Sobre la coherencia como obsesión
Estos días Soluble está aportando su granito de arena a la formación de nuevos profesionales del diseño de producto digital. En estas clases, tenemos la suerte de contar con un espacio para hablar de marca, de historia del diseño y de identidad verbal y visual, entre otras cuestiones.
Una de las ideas que no nos cansamos de repetir, tanto en las aulas como en los auditorios donde nos invitan, es que la coherencia debe obsesionarnos desde el preciso momento en el que tomamos consciencia de nuestra marca.
Y un ejemplo recurrente cuando ilustramos esta obsesión suele ser el caso de Netflix, que persigue de manera enfermiza el anteponer su marca a todo y a todos (spoiler: la han vuelto a liar).
En los principios de la plataforma de contenido audiovisual siempre ha primado la relación entre usuarios y contenido. El foco ha estado desde el primer día en darle a sus clientes el contenido que quieren, con más o menos acierto en cuanto a recomendaciones pero siempre poniendo el contenido por delante.
Esto podría quedarse en algo anecdótico, en un párrafo más de su manual de marca, que nadie sabe muy bien para qué sirve o dónde está guardado. Sin embargo, en el momento en el que se creen e interiorizan este posicionamiento, esta declaración de principios, se define una forma de actuar, de comportarse y de tomar decisiones que no solo les vale para construir consistencia y ser reconocibles, sino para captar y retener más gente que pague por su servicio.
Pensemos en el botón de “saltar intro” que aparece siempre que ponemos un nuevo capítulo de una serie. Este detalle nos permite ir directamente a la trama sin pasar por la secuencia donde aparecen todos los nombres de las personas, empresas e instituciones que han hecho posible lo que vas a ver. ¿Crees que es una idea que entusiasma a todos los que han puesto el dinero para escribir, rodar y distribuir esa serie?
En la misma línea tenemos el flujo de final de capítulo donde nos corta de nuevo todos los créditos para llevarnos al siguiente sin tener por qué enterarnos de quién está detrás de esa historia a la que estamos enganchados.
Solo si entendemos desde dónde se toman este tipo de decisiones podemos comprender movimientos como el que relata el primer artículo de este número de Touchpoint.
Ser coherentes con nuestra marca va a suponer, inevitablemente, incomodar a ciertas audiencias. Tenemos que ser capaces de sopesar las consecuencias y mantenernos fieles a nuestros principios.
Netflix igual pierde algunas producciones o tarda más en conseguir otras, pero sus clientes saben que cada paso lo dan para fomentar los maratones de sofá, manta y series.
Los principios no son principios si no te cuestan dinero (o problemas). ¿Se te ocurren más ejemplos como el de Netflix?
Ismael Barros |