Hace ya unos años que escuché a Mario Eskenazi citar a Ronald Shakespear y su acertada frase “el diseño no es imprescindible, es inevitable”. Con el tiempo, en Soluble vimos que ese argumento aplica también, de forma radical, a las marcas, y es algo que repetimos cada vez que tenemos ocasión.
Tener una marca no es imprescindible. Es inevitable.
Por el mero hecho de tener una exposición, de relacionarnos con personas, tendremos un medio, un canal, un lenguaje: tendremos una marca.
La marca es una consecuencia de esa interacción. Es la imagen mental que se crean las audiencias de nuestro producto o servicio, por lo que es imposible que podamos negarnos a tener una marca si necesitamos interactuar con personas.
Podremos elegir si queremos gestionar o no esa marca, esa imagen mental que tienen de nosotros, para que juegue a nuestro favor. Pero no está en nuestra mano decidir si queremos o no una marca en el momento que queremos que nos identifiquen y nos compren.
Cada vez vemos más casos de empresas que basan su discurso en no ser una marca. Compañías como “no name®” (me encanta el detalle de la ® e insistir en que no son una marca) o “Italic” (que venden productos de lujo sin marcar y sin logos), se esfuerzan por construir un posicionamiento alejado de las marcas convencionales. Ahora bien, dudo que sea la mejor forma posible de hacerlo.
Incluso las mal llamadas “marcas blancas” tienen más de marca que muchas de las marcas convencionales. Tienen un sinfín de significados asociados y hacen que sepamos dónde y por qué buscar un determinado producto.
Ser consecuente con no tener una marca, implicaría que no se supiera dónde encontrar los productos de esa no-marca o no saber si este que acabo de comprar me va a gustar tanto como el anterior.
Incluso los productos más auténticos y alejados de todo esto que podamos encontrar, por ejemplo los de un mercado de un pequeño pueblo perdido, tienen una serie de elementos identificativos que constituyen marca: la señora que te lo vendió, el puesto donde lo encontraste, la etiqueta de tela escrita a mano…
Pensar que hoy día, en un mundo digital, podemos aspirar a no tener una marca y ser competitivos roza el absurdo. Estos discursos están más cerca de una campaña puntual de publicidad que de un posicionamiento de marca.
¿Estáis de acuerdo? ¿Sois capaces de poner un ejemplo de un caso de no-marca? Si nos convencéis os invitamos a un café (de marca blanca).
Ismael Barros |