Imagino que a raíz de mi (de)formación como arquitecto, desde que empecé mi carrera profesional he dado mucha importancia al espacio donde paso mis horas de trabajo. Hasta el punto de no ser capaz de estar más de unas pocas horas en una oficina convencional de 2,40 m de altura libre, con falso techo y tubos fluorescentes.
Afortunadamente, desde hace unos años, existe una tendencia que trata de elevar el espacio de trabajo al nivel del salario o las demás condiciones. Especialmente en el sector tecnológico y startupil.
La cara menos buena de esto es encontrarnos ofertas de empleo que ofrecen luz natural como perk, el dichoso “open space” o proyectos de interiorismo que buscan lucirse en los decorados para que las stories de Instagram del equipo luzcan atractivas, sin tener en cuenta nada más que el ego de quien firma el proyecto.
Pero hay otra cara con una potencia enorme. Más allá del confort personal, de cuestiones básicas como la altura de techos, la iluminación, o el ruido, podemos aspirar a que los espacios donde desarrollan su actividad las empresas provoquen situaciones que, por un lado, fomenten una serie de dinámicas de trabajo que nos interesen: interacción, concentración, creatividad, conversación… Y por otro, consigan activar nuestra marca en nuestro espacio de trabajo: valores, relaciones, experiencia…
Apropiarnos de una oficina debería empezar por definir qué espacios y situaciones necesitamos como empresa y como marca. A partir de aquí arranca un trabajo que abarca mucho más que colocar nuestro logo bien grande en la pared de la entrada. Iluminación (natural y artificial), mobiliario, grados de privacidad, niveles de interacción, requisitos de confort de cada equipo (un abrazo desde aquí a todos esos programadores que tienen al equipo comercial o soporte al lado).
En Soluble, a esta forma de entender la arquitectura interior la llamamos arquitectura estratégica, por seguir con nuestro discurso del diseño estratégico. Al igual que en este otro caso, hablar de arquitectura y estrategia es redundante, ya que antes de la expresión artística, la arquitectura siempre debe resolver el mayor número de necesidades de quienes la van a vivir, para lo que es imprescindible conocer y comprender el contexto que afectará al proyecto.
Hace unos años que empezamos a hacer proyectos en esta línea casi de forma colateral, como evolución natural de nuestro trabajo de marca. Hoy podemos decir que estamos trabajando en un proyecto de oficinas que publicaremos en unos meses y que supondrá la consolidación de este planteamiento.
Por curiosidad, ¿tienes algún lugar especial que te haga trabajar mejor?
Ismael Barros |