Sobre marcas y la ciudad.
Históricamente, las marcas han sido parte de forma directa y tangible, aunque más o menos explícita, de nuestras ciudades.
Los arquitectos y los políticos han sido los responsables visibles de darle forma a los espacios que habitamos, con mayor o menor fortuna. Los unos, desde el diseño: observar, comprender y resolver. Los otros… los otros.
No obstante, la figura del arquitecto tiene que entenderse como autora del tablero de juego, de las directrices, de las líneas guías. Es cierto que interviene en distintas fases del proceso de configuración de la ciudad y a diferentes escalas, pero la ciudad empieza donde acaba su trabajo.
El trabajo del arquitecto (y me atrevería a decir que el del diseñador en general) tiene que ver con provocar situaciones. Ser capaz de orquestar interacciones persona-persona, persona-espacio, persona-interfaz.
Dicho trabajo no puede entenderse si no contemplamos su uso post-creación en la ecuación. No puede darse por terminado hasta que no se vive. Un diseño no está completo si no provoca esas interacciones donde interviene, al menos, una persona.
Cuando nos referimos a la ciudad, este planteamiento implica que todos jugamos un papel de alto impacto en el modelado del espacio urbano. El uso que hacemos de calles, plazas o edificios influye directamente en el diseño de la ciudad y, por tanto, impacta en miles de personas.
Si todo el mundo tiene esta responsabilidad, en nuestro caso, como diseñadores, esta responsabilidad se multiplica. Deberíamos ser capaces de tener presente al usuario no solo durante el proceso de diseño, sino también durante la vida útil de nuestro producto o servicio, anticipándonos al impacto que tendrá en la vida de los demás (usuarios o no) y en la ciudad.
Si diseñamos productos, servicios o marcas mirándonos al ombligo (o al ombligo del cliente) el día que levantemos la cabeza nos daremos cuenta de que vivimos entre patinetes volcados, coches en doble fila esperando pasajeros, gente sumergida en nuestra app mientras camina…
Todos debemos adquirir el compromiso de tomar partido en el diseño de nuestras ciudades a través del uso que hacemos de ellas. Los diseñadores, debemos ser conscientes del impacto que tienen nuestras decisiones en el día a día de usuarios y no usuarios de nuestros diseños. Y las marcas, deben asumir la responsabilidad de liderar esta toma de conciencia de la sociedad.
Las marcas son las nuevas banderas y religiones. Tienen el poder de movilizar grandes grupos de personas bajo unas mismas ideas y valores, por lo que son el motor ideal para guiarnos hacia una ciudad mejor.
Construir marcas poderosas, con horizontes definidos, a la vez que nobles y valientes, es un buen primer paso para desatar un cambio a mejor. Marcas con porqués claros que toman partido en el diseño de nuestras ciudades mediante la gestión del uso que hacen sus usuarios del espacio público, del espacio de todos.
¿Qué marca dirías que tienen un impacto positivo en el diseño de nuestras ciudades?
Ismael Barros
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