Sobre marcas y fidelización de equipos.
La reflexión de este número de Touchpoint la podríamos haber llamado “la Bonilista, Branding Edition”. Y es que el pasado domingo, David Bonilla, en su imperturbable newsletter dominical, hablaba de “cómo fidelizar a un empleado (o al menos intentarlo)” desde la gestión de personas. Si aún no recibes la Bonilista, puedes suscribirte aquí.
Es inevitable que la idea de fidelizar equipos nos remita al branding, a la gestión de marcas. Es algo que contamos a menudo como valor añadido –y aún colateral– a los proyectos de rediseño de marca que llevamos a cabo.
Primer acierto en todo esto: hablar de fidelización y no de retención. El lenguaje es fiel reflejo de nuestros valores e ideas, por lo que no es lo mismo hablar de “retener” –impedir que alguien salga– que “fidelizar” –lograr que alguien quiera quedarse.
¿Pero cómo trabajando la marca de nuestra empresa podemos conseguir que el equipo quiera quedarse? Obviamente el branding no es todopoderoso (aunque muchos te digan que sí) y por sí solo no tiene fuerza suficiente, necesita una realidad de compañía sobre la que ser efectivo.
Si esto lo tenemos, abordando nuestra marca desde dentro, desde lo que somos como empresa, como equipo, vamos a obtener de forma inmediata:
1. Propósito.Seremos capaces de identificar y tener presente en todo momento “qué hemos venido a hacer aquí” como empresa. Cuando este propósito se siente como propio, cuando sabemos a dónde se dirige el barco en el que estamos, la tolerancia y la resistencia a las tempestades se dispara.
2. Alineación. Si hay un buen trabajo de selección de talento y de comunicación, todas las personas que se incorporen al proyecto compartirán ese destino y ese rumbo. Esto provocará que el equipo sea una maquinaria engrasada donde todo el mundo contribuye a alcanzar nuestro horizonte común sin perderse en las cuestiones menores del día a día.
3. Apropiación. Tener clara y definida nuestra marca, a la vez que comunicarla adecuadamente hacia dentro y hacia fuera, facilitará que se genere una identificación directa entre las personas y la empresa. Un vínculo con el que alcanzar las metas de la compañía se convierta en algo personal para cada miembro del equipo.
4. Compromiso. Un objetivo a largo plazo nos permite trabajar con perspectiva, ver más allá. La marca es justo esa perspectiva, la guía que nos deja intuir el camino y el destino. Cuando esto se tiene claro, apelamos a cuestiones profundas del ser humano, vínculos emocionales que son infinitamente más sólidos y duraderos que conexiones puramente racionales.
5. Pertenencia. Formar parte de una compañía es ser parte de su marca. Los equipos son la principal palanca de activación de las marcas. Cuando diseñamos marcas desde las personas, evidenciamos esta realidad al hacerlas partícipes del proceso y conseguimos disparar el sentimiento de orgullo que provoca posibilitar algo mucho más grande que tú.
6. Credibilidad. Una marca es una declaración de intenciones, una promesa. Si la marca está bien construída y tiene una base sólida (la realidad de compañía de la que hablábamos), será capaz de cumplir esa promesa. Algo tangible y concreto que hará de aval para todo lo demás que prometa la empresa. Una marca bien construida y gestionada nos hará ser fiables como empresa, incluso cuando fallemos.
7. Realización. Todos estos puntos nos llevan a, quizás, el más relevante. Que la marca de nuestra empresa esté bien construida y gestionada, hará de la compañía el lugar ideal para realizarse tanto profesional como (no exagero) personalmente.
¿Y cómo vas a querer irte de un sitio donde realmente te sientes tú? Un sitio donde madrugar los lunes tiene sentido porque estás aportando algo al mundo que consideras valioso.
Ismael Barros
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